domingo, 13 de diciembre de 2009

Ensayo


“El ornitorrinco y la medida de todas las cosas”

El planeta tierra es muy extenso. Quién sabe cuantos kilómetros de tierra y quien sabe cuantos litros de agua, quién sabe cuantas lombrices retorciéndose bajo la tierra, cuantos hormigueros repletos de hormigas, cuantas garrapatas, piojos, cuantos microorganismos, cuantos camarones, cuantos peces viviendo bajo el mar.
“El hombre es la medida de todas las cosas”, Protágoras era la medida de todas las cosas, Marilyn Monroe era la medida de todas las cosas, Obama es la medida de todas las cosas. Porque con estos ojos nuestros que se han de comer los gusanos, todas las cosas se nos presentan distintas.
¿Cómo ve el mundo un calamar un gigante, un narval, un ornitorrinco? ¿No nos verán ellos a nosotros como seres insólitos? Y ellos ¿son insólitos porque son distintos a nosotros?
Los ornitorrincos son parte mamífero, parte reptil, parte ave. Pocos animales hay en la tierra con características tan diferentes, con costumbres tan particulares y que aún subsistan. Cuello, patas y veneno de reptil, pico de pato, cola de castor, ponedor de huevos, marsupial y mamífero. El ornitorrinco no es una broma de dios, es un estadio, una trenza en la evolución de las especies.
Es la justificación de muchas cosas, parte importante de la biología evolutiva, nos muestra el camino en el que los reptiles se transformaron en aves, en mamíferos, los mamíferos en primates y alguno de esos primates, en nosotros. Son también, del mismo modo que otros animales extraños, como los peces que viven en las oscurísimas profundidades del mar, prueba de otras formas de vida, y de que no solo el hombre es la medida de todas las cosas, también las libélulas, los osos, las ranas.
Es cierto que el hombre tiene una particularidad, algo que lo separa de esa simple contemplación del mundo, de la modificación mecánica del entorno a partir del instinto, ¿o es que es instinto en el hombre también el pensamiento? Evolucionamos para ser capaces de pensar porque no teníamos nada mejor, ni poderosas piernas capaces de recorrer vastas superficies, ni vista y olfatos particularmente agudos, ni una coraza que nos protegiera del exterior. El hombre nació para modificar concientemente porque era la única manera de que sobreviviera, el ornitorrinco tiene cola de castor, pico de pato, cuello de reptil porque era la única forma que encontró la naturaleza para su supervivencia.
Después de todo el ser humano y el ornitorrinco tienen cosas en común, ambos parecen una particularidad en la evolución. El ornitorrinco con su espolón de veneno en el tobillo, y el hombre con su posibilidad creadora.
Suponiendo que el ornitorrinco fuera capaz de definir lo feo y lo hermoso, lo cotidiano de lo extraño, ¿qué diría de nosotros si pudiera hablar? Los seres humanos estamos acostumbrados a vernos: erguidos, con estos miembros largos y débiles, nuestra cabeza con una mota de cabello y nuestra forma extraña de caminar. Pero el ornitorrinco se alarmaría, ¿qué clase de animal es este que camina erguido? ¡Qué increíbles sonidos es capaz de articular!
El ser humano es aún más extraordinario que cualquiera de los otros animales. El ornitorrinco nace, vive, se reproduce y muere. Ningún ornitorrinco es un creador conciente de ello, ninguno se aparea cuando le da gana, si no cuando su instinto se lo indica. Alfonso Reyes puntualiza “el hombre, por su parte, algo tiene de creador, y ello es su anhelo de crear (…), el animo, el propósito de violentar la vida”.
En la heterogeneidad de genes del ornitorrinco, encontramos una analogía a la heterogeneidad de caracteres del hombre, la muestra de que es posible que exista vida que no comprendemos y el eslabón que nos puede conducir hacia la etapa clave en la que los reptiles se diversificaron en aves, mamíferos, marsupiales.
El ornitorrinco se trata de realidad y de mito, de analogía metafísica y verdadera investigación científica, ser ornitorrinco no debe ser fácil del mismo modo que no es fácil ser humano, ambas especies son estudiadas incansablemente porque el hombre no intenta conocer el mundo para conocer al mundo, si no para conocerse y entenderse a si mismo. 


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