Entrevista a Michael Jackson.
Con motivo del asesinato que ha conmocionado a la sociedad londinense, y en busca de comprender lo que llevo a Michael Jackson a cometer tal delito, me encuentro aquí en la cárcel, en busca de que llegue para concederme una entrevista. No tengo que esperar mucho cuando lo encuentro sentado frente a mí, uniformado, no puedo hablar más que de su cuerpo esbelto y fuerte, y sus ojos rabiosos. Se sienta con tranquilidad y me sonríe. Saludándolo, le extiendo la mano y él me corresponde enérgicamente.
- Ahora comenzaremos con las preguntas, si te parece Michael.
Michael es educado, gusta de la lectura y por lo tanto en su personalidad se adivina un aire de delicadeza insospechado. “Claro…” me contesta con una sonrisa. Irremediablemente en mi mente se formula una pregunta:
- ¿Tú amabas a Lizzie?
“No lo sé, en mi corazón existía un sentimiento más vago que el amor. Pero es posible que la deseara.” Me contesta casi melancólicamente, es posible que nunca haya pensado en esto, pero, ¿será posible que aún la ame después de matarla? “Ya no, precisamente porque la maté y la maté porque la deseaba”.
Contrario a lo que podría creerse, Michael dice que no mató a Lizzie premeditadamente, es solo que ése día se dieron las condiciones necesarias: “Yo quería matarla pero no lo supe hasta ese día. El poema de Browning fue solo una excusa, aunque quizás si ella no hubiera dicho esa primera frase “la lluvia ha empezado temprano esta noche”…quizás si ella no hubiera dicho eso, no la habría matado.”
Michael habla con tal naturalidad del tema que pareciera que su conciencia estuviera totalmente tranquila.
- ¿Estás arrepentido?
- No. No siento su muerte ni cualquier otra, y no siento haberla matado ni perder mi libertad por eso, nada me importa.
El brillo en los ojos de Michael no delatan su corazón duro, a primera vista resulta una persona encantadora, pero dentro de él es posible que se encuentre una gran amargura.
- ¿No es entonces tu vida muy triste?-
Michael se despide como quien siente una poderosa oleada de rabia avecinarse, se ha abandonado a la merced de la vida, de su vida que ha convertido en una tragedia: “He dicho que nada me importa, y si he dicho eso es porque nada puede hacerme feliz, ni infeliz. Estoy harto de esto, adiós.”
Michael se ha levantado y golpea fuertemente la puerta para que lo lleven a su celda, así termina la entrevista de hoy. Puedo ver que Michael es un hombre sin esperanza, y quizás no la merezca, puesto que no hace ningún esfuerzo por recuperar su calidad de hombre, su deseo de vivir.
Salgo de la cárcel y la luz del sol me devuelve al mundo real, quizás la próxima semana Michael desee fervorosamente salir a la calle con la libertad que tengo yo, pero eso, al menos por medio de esta entrevista, no podemos saberlo.
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