Dime a quien mataste y te diré quien eres.
Todos hemos escuchado últimamente la noticia de Michael, el profesor de escuela que asesinó a la joven Lizzie Macguire. Se ha hablado de asesinato pasional, de la locura del asesino, de cómo sucedió el crimen. Michael habla del poema que lo inspiró a llevar a cabo su mayor rapsodia, un poema en el que el amante quita la vida de la mujer con sus propios cabellos.
En la literatura existe tanta muerte como en la vida real. Desde Raskolnikov, que asesinó por convicción filosófica, hasta Werther, cuyo suicidio es más el deseo de asesinar su amor por Carlota que de su propia muerte. Todos recordamos a Jack “El destripador” o podemos citar al famoso Charles Manson, ése hombre que escuchaba mensajes ocultos en canciones de Los Beatles. Truman Capote en A sangre fría nos muestra una realidad novelada, su no-ficción resulta perturbadora por verdadera, pues es un retrato fiel de la locura que precede y sucede a aquellos que han asesinado. Todos estos personajes tienen algo en común: antes de matar o de morir dejaron de ser capaces de ver con claridad, la realidad se les mostró distinta; en el momento de la muerte no eran ellos, si no alguienes.
Todos los seres humanos sentimos el deseo de huir de nuestra realidad, la literatura, la religión, las drogas, la tecnología, no son más que distintas formas de evadirnos, de ser otros. Creo que Michael puede ser la representación de la enajenación del hombre con su entorno, porque ¿cuántas veces no hemos querido nosotros ser como los radiantes “famosos” que aparecen en la televisión, pletóricos de éxito y dinero, cuerpos esbeltos y sonrisas envidiables?, ¿cuántas personas en el mundo no se han sometido a numerosas operaciones estéticas para evadir la realidad de sus cuerpos y encajar en el ideal de belleza en nuestros días? En la sociedad actual no condenamos estas acciones porque no dañan (aparentemente), porque el mundo en el que vivimos cataloga estas aspiraciones como comprensibles, pero los asesinos son siempre locos. Locos porque escapan a la realidad por medio de la violencia y de la muerte. Pero ellos también son fruto de nuestra sociedad, ellos también son humanos y todo lo humano les afecta, les concierne. Michael llevo su ensoñación al extremo, asesinó a Lizzie con la excusa de una muerte literaria e irreal, del mismo modo que una persona en su vehemente deseo de tener una nariz perfecta, se practica una rinoplastia, porque desea ser como muestran los estereotipos de belleza. Belleza que es asimismo irreal, alegría que intenta demostrar verdades que convienen a unos pocos. Esos ideales prefabricados, ése deseo de fama, belleza, dinero, es el poema del hombre actual, es el poema que lo lleva a asesinar cosas menos tangibles que una mujer, pero no menos importantes. El hombre actual asesina su contacto con la realidad, su más intrínseco yo en la realización de ideales que le han influido a que elija.
Todos somos victimas de nuestro tiempo y de nuestro entorno, dime en donde vives y te diré quién eres, la diferencia consiste en la manera en que manejamos esa realidad alterna. Con lo anterior no pretendo excusar a Michael, no pretendo minimizar el hecho del asesinato a una simple analogía de la condición actual del hombre, ni pretendo reducir su crimen a la influencia que el mundo, y ése poema, pudieron tener en él. Es verdad que todos los seres humanos actuamos motivados por nuestro entorno, pero es verdad también que existen ciertos aspectos en los que no importa mucho donde o como hallamos crecido. Así, puedo afirmar que el asesinato de Lizzie es un suceso que difícilmente podríamos comprender en todas sus dimensiones, pero, analizando sus características, es posible decir que éste se muestra como testimonio de las carencias y vicios del hombre en esta época.
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